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Aco Šopov había aprendido muy tempranamente a leer en las cenizas*

Aurora Marya Saavedra (1930-2003)

Corría el año de 1944 y los macedonios se hallaban celebrando el cese de las tempestades de fuego y muerte de la Segunda Guerra Mundial. De manera casi paralela, festejaban la proclamación de su nuevo estado republicano ahí, donde el paisaje del Valle del Vardar se extiende entre sus ríos, lagos y montañas.

La colección de obras en verso de Aco Šopov, “el poeta partisano» como se le nombraba cariñosamente, se daba a conocer también dentro de ese mismo año de celebraciones a la vez que de heridas puestas a secar velozmente, cuando era tiempo de restaurо, y más que eso, de institución y estreno de un sistema de gobierno, de un modo de vida, de una estética y de una cultura congruente con pasado y tiempo abierto del propio lugar.

Bajo el modestísimo título de Poemas, se guardaba un material precioso que abriría nuevas expectativas para las formas de expresión poética y literaria, cifrada en cirílico, de la lengua macedonia.

Poemas contenía la serie de trabajos que el “poeta partisano” formulara enmedio del terror y los ríos de sangre que sellaron las campañas emprendidas por las fuerzas de la resistencia antifascista. El pathos lírico del joven guerrero con todos sus amargos recuerdos y dolorosas pérdidas, quedaría impreso en esa y las subsecuentes fases de su producción, delicadamente apegada a lo subjetivo.

De este periodo de juventud data el poema « Unos Ojos », considerado como una obra cumbre de la poesía de amor macedonia (…) Escrito en el tono elegíaco más puro, se inspira en la figura de Vera Jocić, su amada compañera muerta en combate, cuya memoria el poeta honra con metáforas que traducen más sus sentimientos íntimos que los ideales colectivos de la época. Lo mismo puede decirse del poema « Amor » que puede leerse en las páginas de ese libro que establecía las reglas de juego de la literatura naciente de la joven república y revitalizaba su lengua durante tanto tiempo ignorada y oprimida. Con Poemas pues la hasta entonces debilitada lengua de los Macedonios comenzaba a adquirir su perfil definitorio (…)

Los efectos de tantas intrusiones extranjeras habían propiciado el desmembramiento de su sistema de escritura, es cierto, pero ahora se dan las condiciones precisas para su rescate y ordenamiento.

Šopov se aboca a tal empresa, y comparte su vehemencia con el núcleo de los demás intelectuales contemporáneos suyos: Kole Časule, Blaže Koneski, Slavko Janevski…

Para tales afanes de devolverle su gloria y prestigio a los medios expresivos locales, el poeta se sirve de su amplio conocimiento de las fórmulas y laberintos de la escritura y el habla de sus ancestros. Maneja el neologismo con la misma sapiencia que el arcaísmo, puerta de entrada éste al inconmensurable universo de las simbologías eslavas.

Aco Šopov había aprendido muy tempranamente a leer en las cenizas.

Su obra en estrofas, indicadora del nuevo rumbo a seguirse ahora, se da implicado de principio a fin con las cuestiones metafísicas, y retos siempre de poderes estéticos.

En esa poética suya hace resaltar el sentido de lo milagroso que es buena parte del bagaje de las tradiciones y el folklore de su pueblo, reconstruyéndole en su pulso en determinados casos, desde la paráfrasis de ensanchada forma.

El poeta macedonio no se dejó nunca tocar por dogmas ni absolutos en las ideas. Su escritura tensa y apasionada al detenerse en los asuntos épicos evade el peso de lo heróico espectacular al igual que repudia los resabios chauvinistas y aún se guarda de no darle su justo nivel al sentido de lo milagroso que se desprende de la mirada de lo tradicional y folklórico popular.

Su afinada sensibilidad, así como su amplia perspectiva intelectual, le llevan a distinguir con precisión clarísima tanto las posibilidades como las limitaciones de los recursos expresivos que se manejan para el concepto de «masas” que le es particular al realismo sociocomunista, infiltrado en el escenario de las manifestaciones culturales de la porción balcánica mientras duraba la atmósfera de euforia de la posguerra.

Aco Šopov había aprendido muy tempranamente a leer en las cenizas.

Para los empeños creativos de este poeta, nacido en Štip, ciudad que mira hacia la montaña, poco significaron los destellos que hasta su bien informada mesa de trabajo como periodista, académico o diplomático, entre otros intereses más que cultivara, le llegaron de distintas latitudes, avisándole de las corrientes filosóficas y estéticas que florecían, cada una de éstas seductora en su intención «vanguardista”.

Šopov no toma nada del unanimismo, tremendismo, futurismo o expresionismo en boga; sin embargo, su acción poética desbordada de fronteras asume el aliento de las dudas y las afirmaciones del pensamiento de un Sartre, de un Camus o de un Mann.

“Mujer en Invernaje» así como “Baobab» recrean motivos y esencias de seres y ambientes senegaleses, en los que abrevara durante su estancia como embajador de Yugoslavia en ese lugar del continente africano, entonces bajo el gobierno de otro poeta notable: Leopold Sedar Senghor.

La expresión lírica de Šopov alcanza extraordinarios niveles cuando en ella se dice de cosas del pasado en términos del presente y de cuanto se abarca en el presente en términos del pasado, jue go difícil, cual ninguno, en el oficio de escribir.

Aco Šopov había aprendido muy tempranamente a leer en las cenizas.

El final del poeta macedonio fue trágico; empero, sus cantos han sido trasladados a todos los idiomas. Para esta vez, en nuestro castellano, se ha cuidado en cada una de las versiones la fidelidad absoluta a la tensión precisa, neurálgica, de los giros apuntados por la vena ardiente de su autor.
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* Prefacio del libro Lector de cenizas de Aco Šopov publicado en México en 1987

Leer también: Una aproximación a Lector de cenizas, por Dionicio Morales

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