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Octava plegaria de mi cuerpo o quién inventará tal amor
Bajo esta espada
bajo esta espada de silencio
bajo este cielo tan abierto
estos álamos
yace el cuerpo tendido para siempre.
Con su ojo traspasa la mirada de las cimas,
con su frente hiende la tierra.
Bajo esta espada
bajo esta espada de silencio
quién inventará este amor desconocido
esta palabra que no existe en ningún vocabulario
de encuentros comunes,
de saludos cotidianos,
ni en la desesperación de los abandonados
ni en el descanso de los diezmados
ni en las voces de los amantes?
Yacente, este cuerpo se tendió para siempre.
Con su ojo traspasa la mirada de las cimas,
con su frente hiende la tierra.
Tierra, ya no eres Tierra,
eres un puñado de esperanza
negro de tormento, verde de sueños
eres un ojo proyectado en el universo.
¿Quién inventará este amor desconocido
anterior a este despertar,
anterior a este sopor,
este milagro entre los milagros,
este aullido?
Yacente, este cuerpo se tendió para siempre,
bajo esta espada,
bajo esta espada de silencio.
Hiende la frente de la tierra,
lleva la luna sobre los hombros.
¡Es más, luna, se acabó y para siempre!
En su red demasiado llena, engalanada,
red de calvarios,
red de falsedades, de imposturas,
de prendimientos y suaves desvaríos,
de tantas esperanzas perdidas,
no hay refugio para nadie,
y menos aún para los amantes.
Tú estás mal, luna. Así es. Tú estás mal.
Te duelen las costillas rotas.
Debajo, como los recién nacidos,
estamos desnudos y el mundo también.
Quién inventará este amor desconocido
anterior a este despertar,
anterior a este sopor,
este milagro entre los milagros,
este aullido?
Aco Šopov, Noser (Небиднина), 1963
Traducción, Luisa Futoransky, Sol Negro, 2011
Poema inspirado en el primer vuelo espacial de Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961. Publicado originalmente en Sovremenost XII, 5, 1962.