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Nada
1.
Por largo tiempo he viajado, por toda una eternidad yo he viajado
de mi ser mismo hacia tu nada.
He cruzado por lugares incendiados, por ruinas,
por plazas calcinadas.
Desde el fuego impetuoso, la sequía o la oscuridad,
me sacié del pan de tu belleza
y me saturé del canto de tu garganta.
No te detengas en la aridez negra de estas simas
impresas en mi cara,
porque es la señal que en mí ha dejado la propia tierra.
No te detengas en estas jibas puestas en mis espaldas,
porque ahí se guarda el cansancio de las colinas.
Mira estas manos:
dos flamas,
dos ríos,
espera sombría.
Mira estas palmas:
dos campos,
dos estiajes
amargo llanto.
Por largo tiempo he viajado, por toda una eternidad yo he viajado
de tu ser mismo hacia mi nada.
2.
Y todo se hace en la noche,
noche de árboles,
noche de follajes,
tinieblas de los abismos fríos.
Me derrumbé, sumiéndome entre las altas hierbas,
altas hierbas, densas tinieblas.
Todo esto se hace en una noche,
mentira o verdad,
pero como en una leyenda antigua
llevada en lo profundo de mi conciencia,
ha venido a envolverme dentro de su torrente.
Cuando ya estoy a solas
ante esta colina de tormentos del ser,
persigo los caminos sin luz,
y en mi voz llevo la blasfemia del hambre.
Ha venido como el agua negra del mal
que siempre nos hace padecer
con todos sus hechizos y maldiciones.
3.
Agua turbia, agua negra,
día tras día arrancas
esa flor que nace
en la piedra de mi frente,
arrojándola luego hasta los abismos oscuros
que hay bajo la frágil envoltura de tu cuerpo,
agua turbia, agua negra,
que presta su forma al hermoso, y detestable también, pensamiento,
que oprime mi corazón
con la misma fuerza que el árbol caído sobre el cervatillo,
que te presta su nombre,
agua turbia, agua negra.
¿Qué es lo invisible que yace en mí
para alumbrar este fuego secreto,
que debilita esta pared de sangre,
que disminuye mi oído,
bodde que turba mi mirada
y que, incansablemente, repleta de heno mi ámbito?
¿Qué es lo invisible que yace en mí?
4.
Soledad del árbol en la colina,
congoja por la mala tierra
¿quién te dio mis ojos
que maduran el sueño de tu follaje?
Visión de los verdes, ondeando,
que nos lleva a compartir igual insomnio
soledad del árbol en la colina,
congoja por la mala tierra
¿de dónde germinan tus hondas esencias en mí?
¿de dónde tú naces en mi sangre?
¿Quién borró con ligera mano
todo lo distante,
todo lo cercano?
¿Quién nos designó esta nada
en la que soy yo árbol y tú eres canto?
5.
Mujer ignorada y mujer con un gran sentido,
siempre en tu tranquilo paseo
cerca de esta ventana sombreada,
indiferente al lamento
y ajena a la angustia;
¿de dónde parte esta simulación de la calma?
¿de dónde parte ese estar de mi sangre en ti?
Mujer, yo te he guardado como un denso secreto
que solamente habré de revelarlo en ese día
en el que la sangre sea sofocada,
desde el inmenso silencio
que antecede a la audacia de la palabra última,
la de la claridad de las cimas, la del filo de la espada.
¿De dónde ese estar de mi sangre en ti, mujer?
Por largo tiempo he viajado, por toda una eternidad he viajado yo
de nosotros mismos hacia nuestra nada.
Aco Šopov, Noser, 1963
Traducción, Aurora Marya Saavedra, Lector de cenizas, 1987
Noser
1.
He viajado tanto, una eternidad
Viaje desde mí hacia tu noser.
A través del fuego, a través de las ruinas
entre los escombros.
En el calor, la sequía, la opacidad.
Me alimenté del pan de tu belleza.
Mi sed se sació del cantar de tu garganta.
No mires los negros barrancos
Que hacen estragos en mi rostro –
son el don de la faz de la tierra.
No mires los hombros encorvados –
los tengo del agobio de los cerros.
Mira en estos brazos
dos fuegos
dos ríos
sombría esperanza.
Mira en estas manos –
dos campos,
dos sequías
que padecen en silencio.
He viajado tanto, una eternidad
Viajé, desde ti hacia tu noser de mí.
2.
Y todo sucedió durante una noche
noche árboles
noche follaje
noche fosa fría.
Caí en altos pastos,
Pastos y denso líquen.
Esto sucedió durante una noche
mentira y verdad
como en una vieja historia
enterrada en el fondo mismo de la memoria.
Viniste para llevarme como una sorda riada,
como un río subterráneo.
Y sólo ahora
ante este monte de dolor y humanidad,
por caminos que no conozco,
blasfemo desgarrado por el hambre.
Viniste como el agua negra de un mal
del que nunca exorcizaremos
los crímenes y sortilegios
3.
Agua turbia, agua negra,
que traes cada día
un pimpollo
sobre mi frente de piedra
y lo arrojas al más negro abismo,
bajo la ligera corteza de tu cuerpo;
agua turbia, agua negra,
que te ha convertido en pensamiento
tan maravilloso, tan terrible
para que ella estreche mi corazón
¿como un ciervo el árbol?
¿Quién ha bautizado con tal nombre,
agua turbia, agua negra?
Quién se instala invisible en mí
y enciende un fuego secreto,
que demolió el muro de la sangre
que me lleva el oído,
que me enajena la vista,
¿quién, obstinado, poco a poco me asedia,
quién, pues, invisible dispone de mí?
4.
Árbol solo en la colina
herida en la tierra dócil,
¿qué te dieron mis ojos,
para que maduren con el sueño de tus hojas?
Verde mirada, verde ascensión
¿quién nos ha condenado a las mismas vigilias?
Árbol solo en la colina
herida en la tierra serena,
¿cómo tu savia en mí
cómo tu presencia en mi sangre?
¿Quién ha borrado con mano leve
todas las cercanías
todos los alrededores,
que nos ha infligido este noser
para que yo sea árbol, para que tú seas poema?
5.
Mujer desconocida, mujer sabia,
tú que pasas siempre serena
frente al vitral que mira hacia la oscuridad
sorda al grito,
ciega a la desesperación,
¿de dónde viene esta falsa quietud,
cómo mi sangre en ti?
Yo te guardé, mujer, como un pesado secreto
que revelaré sólo el día
en el que la sangre anhelante pronunciará
a la hora del terrible silencio
la temeraria última palabra –
clara como las alturas,
filosa como la espada.
¿Cómo mi sangre
en ti mujer?
He viajado mucho, una eternidad
viajé de nosotros mismo al noser de nosotros.
Aco Šopov, Noser, 1970
Traducción, Luisa Futoransky, Sol Negro, 2011