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Lago
Golpea ola. Gira remolino. En la orilla, chasquido.
Una campana de luz y viento resuena.
Tú sales de madre, lago, y tu eterno ulular
se apaga en el tembladeral de la costa.
Estás allí y sin embargo te perderé acuclillado tras alguna colina
pero en mí te abres como una concha,
y como al fondo de una hondonada te sumerges en mi mirada,
trayéndo me un lejano y brumoso dolor.
Entonces entiendo: tu larga ausencia recomienza
y no sé cuantas veces vuelves a ser
ese fuego que se roba en secreto
para que ardan la sangre y el corazón.
Amenazador, tu sales de madre, rumoroso, puro fulgor,
y todo lo que en vano se oculta ante ti,
se disipa en sombra, en arena,
en esa arena de la orilla, que ávida te devora.
Presiento ya la sequía interminable,
la tierra silenciosa cubierta de negras cortezas
auscultando en tu lugar las grietas de las fuentes
que arrojan así sólo palabras atronadoras.
O Lago, sales de madre y la costa es un tembladeral.
Ocúltate detrás de tu belleza. Ponte la máscara del grito.
El agua todo lo comprenderá, todo lo soñará.
Golpea ola. Gira remolino. En la orilla, chasquido.
Aco Šopov, Vidente de cenizas (Гледач во пепелта), 1970
Traducción, Luisa Futoransky, Sol Negro, 2011