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La larga llegada del fuego

1.

Él está allí ese fuego bajo el delirio de las aguas,
bajo esa roca y ese mal surgido de sí mismo.

En estas aguas pesadas y maduras
sombría división en tres fronteras.

Bajo esta guirnalda de soles,
bajo esta ola en cuerpo a cuerpo con las rocas.

Bajo mil condenas y mil maldiciones,
y este árbol de mal augurio en la orilla.

Él está allí, este fuego bajo esta piel,
con sus tres fronteras, sus tres cuchillos.

Siempre y en todo omnipotente y cansado,
Estrella en el corazón, la noche en las raíces.

Cava,
desentiérralo.

2.

De la fuente al estuario,
del puño a la cruz.

De lo ígneo a lo gélido,
del hermano al tártaro.

De la farola a la horca,
del verbo a la espada.

Cava,
desentiérralo.

3.

Aquí no lo desenterrarás jamás.
Esta injertado en el haya ancestral.

Tres troncos le sirven de cuna.
Es un viento rojo entre las amapolas.

Guerrero del ícono en la antigua iglesia.
Palabra desaparecida en busca de su voz.

Helo aquí, arrodillado, mendigando, distraído
graba su palabra en la madera para un altar.

Cavar en el fondo de ti, bajo tu propia piel,
Bajo las tres cicatrices, las tres puñaladas.

4.

Cava,
desentiérralo.

De la aldea a las ruinas,
del seno al hueso.

De dios a la espina,
de la cosecha al anatema.

De la deshonra al grito,
De la vaina al resplandor.

Cava,
desentiérralo.

5.

No desenterrarás jamás los salvajes saqueos.
Los muertos no están muertos ni vivos están los vivientes.

La cruz fue leve, las cenizas no.
Los muertos estarán muertos cuando su canción lo estará.

La tumba que no es pesada sobre los cuerpos enterrados.
Pesan mucho sobre los vivos las canciones que ellos salmodian.

No desenterrarás el fuego, incluso si te quedas aquí durante siglos.
Es el santo que apunta al ícono.

Es esta estela, cabecera de todos los muertos,
Esta cena sideral, el sufrimiento y la salvación.

Es esta magia, esta sangre milagrera,
cura todas las heridas y castiga.

Bajo tus heridas, cava, bajo la hoja que empuñas,
el fuego está en tus ojos rebelión de flores en fuego.

6.

Cava
desentiérralo.

Los ríos lanzarán su anatema final,
luego dejarán de fluir, se secarán.

El cielo se derrumbará.
Las montañas se derrumbarán. Vendrá el imperio de lo seco.

Astros y fieras, los venenos y los campos se mezclarán,
y no se distinguirá los muertos de los vivos.

Cava.
Desentiérralo.

7.

A medida que cavas bajo tu cuerpo, surgirá por encima de ti
y colocará sobre tus hombros un cráneo.

El fuego te conducirá, ciego, a través de sitios secretos,
y no querrás ya saber dónde estás, quién ni qué eres.

Está allí, en esta raíz, en este silencio que esclarece
pero nunca sabrá su propia claridad.

Está en cada árbol, con cada ahorcado.
Él es nosotros, soy yo, eres tú.

Y cuando parecería una voz que de sí misma se apaga,
de la cima más alta de nuevo te convoca.

8.

Cavar en ti, bajo tu piel,
bajo el sol negro de los tres cuchillos.

Está allí, ese fuego bajo el delirio de las aguas,
en las entrañas hambrientas que no engendran sino una palabra hambrienta.

Pero él puede domar a la bestia en su guarida,
desgarrar, aplastar, matar, reunir.

Con él la flor se embellece de mayor belleza,
sin él, el mundo se empobrece de todo un mundo.

La cruz nos es leve, la ceniza no,
los muertos mueren con nosotros y con nuestro canto.

Aco Šopov, Vidente de cenizas (Гледач во пепелта), 1970
Traducción, Luisa FutoranskySol Negro, 2011