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Cerco de oro del tiempo

Estrella de los primeros días, estrella de profetas y milagros,
desintégrate en el poema húndete en las más oscuras tinieblas.
Ella persiste en la sangre, esta loca claridad,
esta llama invisible que no tiene nombre ni signo.

Estrella fantasma, estrella de fría ansiedad
desaparece con las Parcas y huye con los mitos.
Bajo este árbol cuya corteza está incrustada de siglos de palabras
Un fuego infernal se enciende y raíces hambrientas arden.

¿Quién eres tú, cuerpo malherido, pesado del polvo de los siglos,
de un tiempo sin retorno, otrora desaparecido,
que, en vez de un rostro desesperado y macilento,
enarbola una ley cruel, para tí y para tu tribu?

Prisionero de tu palabra, de sus nudos inextricables,
anúnciate en el silencio que truena, habla a través de tus ojos mudos
y como un guerrero inútil de ojos negros de tierra,
vuélvete hacia el cerco de oro y triunfante, desaparece.

Estrella de los primeros días, estrella de profetas y milagros,
desintégrate en el poema, húndete en las profundidades de la palabra,
siempre que persista en la sangre esta loca claridad,
este fuego subterráneo, inextinguible.

Aco Šopov, Vidente de cenizas (Гледач во пепелта), 1970
Traducción, Luisa FutoranskySol Negro, 2011
El original macedonio de este poema fue publicado originalmente en Sovremenost, XV, 6, 1965.