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Baobab
El pueblo entero le cerca, aun sin poseerle.
Arbol de la vida. Templo de los muertos. Baobab.
El pueblo entero le cerca, aun sin poseerle.
Arbol grandioso. Ramas pequeñas. Plegaria tranquila para la lluvia.
Pero la lluvia no cae.
Sólo esa mujer de azul, esa mujer negra de azul,
delante del árbol
sabedora de todas las magias de la lluvia,
que no comparte con nadie.
El sol se hunde en las entrañas de la tierra,
de sol es la tierra, de tierra es el sol,
y todo está ardiendo de sed.
Solamente el inmneso baobab se levanta en desafío a tal ardor
desde lo apacible de su plegaria para la lluvia.
Pero la lluvia no cae.
De un solo golpe podría derribársele. La tremenda sequía invade hasta la última de sus arterias.
Se crece, sorpresivamente,
sacudiendo sus raíces,
urgiendo a la naturaleza
con todos los secretos de la magia de la mujer de azul.
Después, el fluir de su savia
que pone la luz en las pupilas,
y su llenarse de hojas, su llenarse de hojas.
Lágrimas verdes, plegaria para la lluvia.
Pero la lluvia no cae sobre ese espacio.
El pueblo entero le cerca, aun sin poseerle.
Arbol de la vida. Templo de los muertos. Tierra de los antepasados nuestros.
Aco Šopov, Canto de la mujer negra, 1976
Traducción, Aurora Marya Saavedra, Lector de cenizas, 1987